Caso real con sesión a distancia: Cuando la piel habla y la distancia no es barrera

A veces el cuerpo grita lo que las palabras callan. En el caso del hermano de Cecilia, su piel hablaba a través de una alergia persistente que se negaba a desaparecer.

Con enrojecimiento, picazón y frustración acumulada, vivía bajo un estrés creciente: ya había probado varios tratamientos médicos sin éxito, y la impotencia comenzaba a afectarle no solo físicamente, sino también emocionalmente.
Cecilia, que ya había vivido su propio proceso de sanación, me contactó para hacerle una terapia de biomagnetismo a distancia. Su hermano vivía en otra ciudad, pero como muchas veces lo explico, la distancia no es un límite cuando trabajamos con intención y protocolos claros.
En este tipo de sesiones usamos una “antena” o persona intermedia sobre la que colocamos los imanes, intencionando tratar a quien está lejos. Primero rastreamos qué patógenos podrían estar provocando el desequilibrio. En este caso, detectamos un tipo de hongo, pero también recordé una enseñanza clave del Dr. Goiz: “Donde hay hongos, también suele haber virus”. Y así fue. Activamos los pares correspondientes para neutralizar ambos agentes, trabajando de forma precisa y complementaria.
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Probablemente esa era la clave que había pasado desapercibida para los tratamientos anteriores: al tratar sólo el hongo y no el virus que lo sustentaba, la afección seguía latente. Esta vez, con la activación precisa de los pares biomagnéticos adecuados, sumado al uso complementario de los medicamentos ya indicados por sus médicos, su cuerpo encontró finalmente el camino de vuelta a la salud.
La sesión también incluyó puntos para reducir el estrés, lo que le permitió entrar en un estado más calmado y receptivo. Su sistema inmunológico comenzó a responder mejor y en pocos días su piel mostró una mejoría significativa. La tranquilidad volvió a instalarse.
Cecilia me agradeció profundamente. Y en esa conversación, me compartió también otro caso: el de su amiga, cuyo esposo —estando en otro país— debía tomar un vuelo de regreso. Se sentía muy mal, con dolor de estómago, sin energía y completamente agotado. Tras una breve sesión a distancia, le escribió sorprendido: “Me siento como si nunca me hubiese sentido mal”. Pudo tomar su vuelo sin ninguna molestia.
Cada uno de estos casos me recuerda que la sanación va más allá de lo físico. Implica escucha, intención, conexión profunda… incluso más allá del espacio. Y que cuando trabajamos con el cuerpo como un sistema completo —donde las emociones, los patógenos y el entorno están interrelacionados— los cambios reales pueden suceder.

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