Con enrojecimiento, picazón y frustración acumulada, vivía bajo un estrés creciente: ya había probado varios tratamientos médicos sin éxito, y la impotencia comenzaba a afectarle no solo físicamente, sino también emocionalmente.
Cecilia, que ya había vivido su propio proceso de sanación, me contactó para hacerle una terapia de biomagnetismo a distancia. Su hermano vivía en otra ciudad, pero como muchas veces lo explico, la distancia no es un límite cuando trabajamos con intención y protocolos claros.
En este tipo de sesiones usamos una “antena” o persona intermedia sobre la que colocamos los imanes, intencionando tratar a quien está lejos. Primero rastreamos qué patógenos podrían estar provocando el desequilibrio. En este caso, detectamos un tipo de hongo, pero también recordé una enseñanza clave del Dr. Goiz: “Donde hay hongos, también suele haber virus”. Y así fue. Activamos los pares correspondientes para neutralizar ambos agentes, trabajando de forma precisa y complementaria.